He cambiado.
Lo peor de todo es que me reconozco.
Soy mi yo de hace dos años que se pasaba el día torturandose por ser así, que tenía la autoestima por los suelos y se sentía como un monstruo.
Ella llegó y nada más verme derramar una lágrima me levantó la cabeza y me pidió que le prometiese que siempre iba a tenerla bien alta. Cumplí la promesa durante veintiún meses. Reía, era sociable, dejé de ser un monstruo, tenía vida porque ella la era.
Ahora no está para seguir con la promesa.
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