domingo, 21 de julio de 2013

Lo malo de juntar marihuana, el pensar en ella y un papel.

''Años. Años llevaba esperando este puto momento. Años de espera, de no rendirme, de seguir y de hacer las cosas más rastreras. Porque es así. Por algunas cosas se sufre, pero el que algo quiere, algo le cuesta y... Quien la sigue, la consigue.
Estaba ahí. Parada delante de mi. Por una vez en muchos años me estaba mirando, me sonreía a mí. A mí. Yo que había dado tanto. Por fin me vi recompensada. Yo era ahora la causa de sus sonrisas, de sus enfados, de sus tardes ñoñas, de sus problemas y, por fin, parte de su vida. Puede que durante un tiempo pero aún no se sabe. No puedes predecir el futuro.
Dios, ni me lo creía. Es que no podía ser real. No podía estar pasando esto. A mi. A mi, tío. Después de tanto tiempo. Es que... menos mal que no me rendí y que seguí ahí.
Se acercaba a mi, poco a poco, mirándome con esos putos ojos claros que me llevan matando años. Sonreía. Sonreía por mí, para mí. Joder. Menuda cara de gilipollas tendría yo. Pero me dio igual, ella estaba allí, caminando hacia mí. No pude evitar morderme el labio inconscientemente, como cada vez que la veía.
Dios, es que cada puto gesto, cada puto poro de su piel me enamora. Esto no es normal. No, no, no. Esta sensación es... es demasiado, pero es perfecta. Como tú. Perfecta como tú, gilipollas.
Sentí el impulso de besarla. Por fin, me cago en Dios. Llevaba años soñando con esto, imaginándome el cómo podría comerle esa boca y esos labios sonrosados. Lo hice. Por fin lo hice. Las ganas podían conmigo. Mi cuerpo se movió solo. Rocé sus labios. ¡Qué suaves! Llevaba mucho tiempo mirándolos, preguntándome cómo sabrían, cómo sería tenerlos entre mis dientes. Lo hice. Atrapé su labio inferior entre mis dientes con todo el cariño posible. Sin hacerle daño. Temía que pudieran romperse en cualquier momento. Cerré los ojos y lo solté. Se me escapó una sonrisa, así sin más. Era feliz. Era realmente feliz. Abrí los ojos y la miré. Ella estaba en las mismas, sonriendo.
-¿Qué? -murmuró sonriendo-.
Hija de puta, cómo me enamoras. Ni una palabra podía salir de mi boca. Ni una.
Pasó sus manos por mis caderas, con suavidad. Al fin y al cabo yo seguía siendo una enana. Siempre me había dicho aquello de que mientras los años pasaban por mi, por ella también. Pero eso ya daba igual. Me besó. Cerró los ojos y me besó. Mis párpados cayeron y me dispuse a disfrutar del momento. Su lengua jugueteaba con la mía. Al fin se encontraban las dos, al fin. Rodeé su cuello con mis brazos y me acerqué aún más a ella. Eso hizo que me besara con más ganas. Esto era demasiado. Sentía que en cualquier momento se me iba a escapar alguna lágrima. Lo notaba. Notaba como sus manos subían por dentro de mi camiseta. Sus manos, suaves, más que el terciopelo. Joder... Sara, no llores, cojones. Al coño. Salieron solas por mis ojos cerrados. Me separé pocos milímetros. Ella abrió los ojos y me vio, ahí, con los ojos cerrados, abrazada a ella y con unas cuantas lágrimas en la mejilla. Se había dado cuenta. Mierda, mierda, mierda. No quería estropear nada. Sacó las manos con rapidez de mi camiseta.
-Eh tú, ¿qué pasa? -Dijo preocupada.
Negué con la cabeza, -Nada- murmuré. Me sequé las lágrimas y volví a besarla. No lloraba de tristeza, ni de rabia. Lloraba de felicidad. Que al fin, al fin era mía. Ella no lo entendía, pero yo era feliz. Más que nadie. Me aferré a ella y volvió a pasear sus manos por mis caderas. Subió hasta mi cintura y comenzó a recorrer mi espalda, con lentitud sin dejar de bersarme. Posó sus manos sobre el broche de mi sujetador y paró ahí.
-¿Quieres seguir? -Susurró.
-Creo que es una pregunta un tanto estúpida a estas alturas. -Bromeé y mostré una sonrisa.
Entonces soltó una risa leve y se pegó a mí. Desabrochó el sujetador con rapidez y dejó pasear sus manos libremente por toda mi espalda. En realidad tenía pánico. No sé si iba a estar a la altura, no sabía si iba a gustarle, no sabía si todo esto lo hacía por pena o porque realmente quiso hacerlo. Pero no era momento de parar y preguntar. No. Ya no. Mordí su labio inferior con fuerza al notar sus manos en mis pechos. Joder, me cago en la puta. Estaba en la gloria. Resopló y bajó sus manos hasta mis glúteos. Me quité la camiseta y me deshice de ella, al igual que con el sujetador. Esto se nos estaba yendo de las manos, pero le tenía tantas ganas que no podía aguantarme, no podía parar. Me cogió y me tumbó en el sofá. Entonces empezó a besarme el cuello mientras paseaba la yema de sus dedos por mi vientre. Mi piel se erizó con rapidez. Agarré su camiseta y la subí para quitársela. A estas alturas lo que menos necesitábamos era ropa. Solté un suspiro algo entrecortado, lo que le hizo sonreír. No había hecho mucho y yo ya estaba alterada. Subió hasta mi oreja y me dijo que me relajase, finalizando con mi lóbulo entre sus dientes. No podía parar de sonreír. Esto era un millón de veces mejor que un porro de marihuana. Respiré hondo y me humedecí los labios. Buscaba su boca. La quería junto a la mía. Llevé ambas manos hasta sus mejillas y la llevé hasta mí. Entonces comencé a darle besos, largos, intensos. Llevó su mano derecha hasta el botón de mi pantalón. Lo desabrochó y cerré los ojos con fuerza. Que sea lo que la vida quiera. Metió su mano en mi pantalón y no pude evitar abrir un poco la boca. Comenzó a morderme los labios mientras se acomodaba encima de mí. Llevé una de mis manos hasta su espalda y desabroché su sujetador con algo de dificultad. No soy la mejor en eso. Me incorporé un poco y abrí las piernas. Fuego en mis venas. Comencé a besarla de nuevo. Sólo se oía nuestra respiración, el ruido de unos cuantos coches y una sirena de ambulancia. Me di prisa. Ya venían a por mí. Cambiamos los papeles. Ahora ella estaba debajo y yo no me separaba de su boca. Desabroché el botón de su pantalón y me agarré del borde de sus calzoncillos. De ahí no se escapaba. Bajé hasta su cuello y le di leves besos. Entonces me metió la mano en las bragas. Joder, tío. Pretendía matarme o yo que sé. Acariciaba mi sexo mientras se mordía el labio. Entonces mi respiración se aceleró y mis caderas comenzaron a moverse con lentitud y suavidad. Me salía sólo, se movían solas. Puse mi boca pegada a su oído. Quería que me oyera, que me oyera bien. Con la otra mano recorría mi espalda. Cada lunar, cada todo. Lo hacía todo con tanto cariño que parecía que pudiera rozarme el alma. No sabía cómo cojones lo hacía, pero me encantaba. La sirena cada vez se oía más cerca. No, no, no. Aún no. 5 minutos. No paraba de sonar y yo no paraba de besarla. No quería irme. No podía hacerlo. La abracé con fuerza y ella no sacaba su mano de ahí. Por favor, Sara, que no se te escape un puto te quiero porque te llevas una hostia. En realidad me moría de ganas de decírselo, para qué mentir, pero no quería estropearlo todo. Esas cosas no se dicen. No.
Estaba a punto de irme. Ya subían por las escaleras a toda prisa y yo no quería parar. Entonces entraron y me cogieron con rapidez. No, joder. Se me rompía el pecho. Era el puto día más feliz de mi vida y... joder.
Me dormí, o eso me dijeron. Me desperté a los días. Estaba en una puta habitación blanca, sola. Como las locas. Y así era. Estaba loca. Sufría de esquizofrenia y todo aquello que pensé haber vivido era todo mentira, todo falso, todo fruto de mi imaginación. Ella no estaba allí besándome, ni yo estaba medio desnuda sobre ella. Me rompí. Me rompí en mil pedazos. Pero bueno, de ilusiones se vive''.

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