domingo, 25 de marzo de 2012
ELLA.
Estaba parada justo al borde del abismo, y no era sólo una forma de hablar, era de verdad. Estaba a unos milímetros de precipitarme al vacío, un empujón y caería durante unos segundos justo antes de perder la vida. Era consciente del riesgo, pero lo necesitaba, realmente necesitaba encontrarme en ese lugar, en ese momento. Llevaba días, o tal vez semanas, no lo tenía calculado, como muerta, como si sólo fuera un cuerpo inerte, movida por algún hilo de algún titiritero con bastante mala intención. Estar allí, tan cerca de la muerte, me hacía sentirme viva. Si, era una contradicción en sí misma, pero estar tan cerca de la muerte me hacía recordar que estaba viva, que más allá de un cuerpo inerte tenía mi Yo interior, con mis pensamientos, mis miedos, mis deseos. Pero realmente no estaba allí para saber lo que era estar cerca de la muerte. Era ese viento, ese viento helado y fuerte el que me había llevado hasta allí, justo hasta ese punto de la Tierra. Cerré los ojos de manera inconsciente, notando como cada milímetro de mi piel se helaba por segundos a causa de aquel condenado viento. Respiré hondo, mientras cientos de imágenes pasaban por mi mente. De repente, aquel viento dejó de ser lo que era para convertirse en caricias, en suaves caricias por mi cuerpo. Sonreí a la nada. Si, aquel viento era ella, que conseguía siempre llegar a mi. La visualicé a la perfección, justo en frente de mi, pasando sus manos por mi cara, como si el mismísimo Dios se estuviera dando la vida con roces. No podía dejar de sonreír, aunque sabía que realmente allí sólo estaba yo porque le sentía, sentía sus caricias en mi cara, sentía que aquel viento lo provocaba ella respirando cerca de mi, y una lágrima helada rodó por mis mejillas. Y, casi como un milagro, resonó su suave voz en mi mente, susurrándome que no llorase, que todo estaba bien. Y allí, en mitad de la nada a unos centímetros de una muerte segura, con el viento azotándome en la cara, echándome el pelo hacia atrás y mostrándole al mundo mis facciones, comprendí que era realmente feliz, gracias a ella.
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