domingo, 15 de diciembre de 2013
jueves, 28 de noviembre de 2013
miércoles, 6 de noviembre de 2013
miércoles, 25 de septiembre de 2013
El elefante encadenado.
Durante la función, la enorme bestia hacia despliegue de su peso, tamaño y fuerza descomunal... pero después de su actuación y hasta un rato antes de volver al escenario, el elefante quedaba sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de sus patas a una pequeña estaca clavada en el suelo.
Sin embargo, la estaca era solo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en la tierra. Y aunque la cadena era gruesa y poderosa me parecía obvio que ese animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su propia fuerza, podría con facilidad arrancar la estaca y huir.
El misterio es evidente: ¿Qué lo mantiene entonces? ¿Por qué no huye?
Cuando tenía cinco o seis años yo todavía confiaba en la sabiduría de los grandes. Pregunté entonces a algún maestro, a algún padre o a algún tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado. Hice entonces la pregunta obvia:
Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan? No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente.
Hace algunos años descubrí que por suerte para mí alguien había sido lo bastante sabio como para encontrar la respuesta: el elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy, muy pequeño.
Cerré los ojos y me imaginé al pequeño recién nacido sujeto a la estaca.
Estoy seguro de que en aquel momento el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. Y a pesar de todo su esfuerzo no pudo. La estaca era ciertamente muy fuerte para él. Juraría que se durmió agotado y que al día siguiente volvió a probar y también al otro y al que le seguía... Hasta
que un día, un terrible día para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino. Este elefante enorme y poderoso que vemos en el circo no escapa porque cree -pobre- que no puede.
Él tiene el registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que sintió poco después de nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese registro. Jamás, jamás intentó poner a prueba su fuerza otra vez.
Vivimos creyendo que un montón de cosas "no podemos" hacerlas simplemente porque alguna vez, antes, cuando éramos chiquitos, alguna vez probamos y no pudimos. Hicimos entonces, lo del elefante: grabamos en nuestro recuerdo 'No puedo. No puedo y nunca podré'. Hemos crecido portando ese mensaje que nos impusimos a nosotros mismos y nunca más lo volvimos a intentar.
Cuando mucho, de vez en cuando sentimos los grilletes, hacemos sonar las cadenas y miramos de reojo la estaca y confirmamos el estigma: 'No puedo y nunca podré'. Vivimos condicionados por el recuerdo de otros, que ya no somos y no pudieron.''
lunes, 9 de septiembre de 2013
Salí a dar una vuelta, sola, no necesitaba a nadie.
O tal vez sí.
Me compré tres cigarros y me fui a la calle ancha. Hacía frío y estaba casi vacía. Andaba ya por la iglesia. así que me senté en un banco y me encendí un cigarro.
En el banco de al lado había un tipo sentado con unas mantas dobladas, una radio y su perro. Llevaba barba y se le veía pinta de desgastado. Comenzó a hablar. No sé si conmigo, solo o con su perro.
Decía que él no era muy católico. También decía algo sobre que le quedaba poco tiempo, y que estaba asustado. Pero no, de morir no. No le asustaba morir. Ni siquiera le asustaba si había algo allí arriba después de la muerte. Lo que realmente le asustaba era otra vida después de la muerte. Morir y volver a nacer en otra vida, en otra vida igual que la que había tenido. Solo. Sin nada ni nadie.Con tanta mierda y tantas decepciones. Eso era lo que realmente le asustaba.
Puede que la muerte no sea tan mala porque puede que la vida que te espera sea aún peor.
sábado, 7 de septiembre de 2013
miércoles, 4 de septiembre de 2013
Septiembre.
Era Septiembre. No recuerdo bien si era principios o finales. Se acababan de conocer. África tuvo suerte de conocerla.
Irene era una chica sencilla, modernita y simpática. Se hicieron inseparables en pocos días.
Irene sabía que África era homosexual, y no le importaba en absoluto, cosa que le sorprendió bastante a África ya que desde que salió del armario muchas antiguas amigas le habían dado de lado por miedo o bien por asco, a pesar de que ella no intentaba nada.
Quedaban todos los días y se pasaban horas riendo y hablando de cualquier tontería. La una siempre estaba para la otra en las buenas y en las malas.
Irene y África siempre habían sido muy cariñosas y por eso la gente ya empezaba a rumorear sobre ellas. Decían que estaban liadas, aunque no era cierto. Le gritaban bollera a Irene por la calle o el instituto, a pesar de que ella no lo era. Por culpa de eso África tenía bastante miedo de que la chica se fuese y dejasen de hablar, pero no. No lo hizo. Se quedó, y se la sudó lo que pudieran decir de ellas. Menuda fuerza y valentía que tenía.
Fueron cogiendo confianza con rapidez. Los fines de semana solían quedarse a dormir juntas. África no sentía nada por ella, ni Irene tampoco, pero seguían siendo bastante cariñosas.
Una noche cualquiera, con el tonteo, a África se le escapó un beso. Bueno, realmente no se le escapó. Simplemente le apetecía probarla. Irene no se negó, ni se echó atrás, cosa que le sorprendió a África. Ninguna estaba molesta al respecto y continuaron.
Una tarde normal, en la que habían quedado con unas amigas más, esperando las dos solas en unos escalones Irene le dijo algo: 'yo no soy lesbiana, no me gustan las chicas pero... te veo a ti y es raro, diferente, no sé'. Eso hizo que África sonriese, aunque realmente estaba asustada. No quería que se metiesen ese tipo de sentimientos porque podía perderla y no quería.
Pasaron los meses y los rumores seguían igual que siempre. Ellas seguían siendo amigas, seguían quedando todos los días. Pero Irene se fue distanciando poco a poco después de unas semanas. Se echó novio y ya casi ni se veían. Hoy en día ni se saludan por la calle. Y da la coincidencia de que vuelve a ser Septiembre.
África sigue pensando en ella. En su naricilla de dragón, en sus ojos grandes, en su boca pequeña y en esos pellejitos que tenía en los labios, que adoraba humedecer para que desaparecieran. También piensa en sus cabreos, en sus llantos, en sus abrazos, en sus tonterías, en el olor de su pelo y de su ropa, en las notitas que le dejaba, en sus lunares y sobre todo en sus besos. Son los besos más tiernos y dulces que le han dado. Le gusta escuchar canciones de Pereza. Le recuerda a Septiembre y a sus besos.
Ahora se da cuenta de todo, de que la quiere y de que la echa muchísimo de menos, que no la debería haber dejado escapar.
Un poco tarde.
Uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde.
Ya ves, dragón, hoy me ha dado por escribirte. Te echo de menos, Irene (aunque no te llames Irene, y yo tampoco me llame África).
lunes, 29 de julio de 2013
Se me ponen si me besas rojitas las orejas.
viernes, 26 de julio de 2013
Cuando seguís en el mismo camino que la piedra, te das cuenta de muchas cosas. De lo hija de puta que puede ser, del daño que hace. Detalles que, ciega, ni te habías percatado de que existían.
Entonces te caes, y no es la primera, ni la segunda, ni siquiera la tercera vez. Pero ya el golpe es tan fuerte y doloroso que decides parar. Recapacitas y te impresiona saber lo tonta que has sido. Entonces piensas en los miles de consejos que te han dado para no caerte y que habías ignorado. Mira que eres tonta.
Ya sabéis, de mucho correr os pegáis las hostias.
lunes, 22 de julio de 2013
Quizás el problema sea que siempre he necesitado a alguien a mi lado, ya no para seguir, pero sí para creer que continuar merece la pena.
A veces me da miedo pensar en lo vacía que estoy y, sobretodo, en lo difícil que es llenarme. Quién será la valiente, suelo preguntarme, que se quedará el tiempo suficiente conmigo para comprobar que soy algo más que todas mis cicatrices.
Y bueno, sigo odiando los lunes porque me recuerdan demasiado a mi vida.
Ya me entendéis.
domingo, 21 de julio de 2013
Lo malo de juntar marihuana, el pensar en ella y un papel.
Estaba ahí. Parada delante de mi. Por una vez en muchos años me estaba mirando, me sonreía a mí. A mí. Yo que había dado tanto. Por fin me vi recompensada. Yo era ahora la causa de sus sonrisas, de sus enfados, de sus tardes ñoñas, de sus problemas y, por fin, parte de su vida. Puede que durante un tiempo pero aún no se sabe. No puedes predecir el futuro.
Dios, ni me lo creía. Es que no podía ser real. No podía estar pasando esto. A mi. A mi, tío. Después de tanto tiempo. Es que... menos mal que no me rendí y que seguí ahí.
Se acercaba a mi, poco a poco, mirándome con esos putos ojos claros que me llevan matando años. Sonreía. Sonreía por mí, para mí. Joder. Menuda cara de gilipollas tendría yo. Pero me dio igual, ella estaba allí, caminando hacia mí. No pude evitar morderme el labio inconscientemente, como cada vez que la veía.
Dios, es que cada puto gesto, cada puto poro de su piel me enamora. Esto no es normal. No, no, no. Esta sensación es... es demasiado, pero es perfecta. Como tú. Perfecta como tú, gilipollas.
Sentí el impulso de besarla. Por fin, me cago en Dios. Llevaba años soñando con esto, imaginándome el cómo podría comerle esa boca y esos labios sonrosados. Lo hice. Por fin lo hice. Las ganas podían conmigo. Mi cuerpo se movió solo. Rocé sus labios. ¡Qué suaves! Llevaba mucho tiempo mirándolos, preguntándome cómo sabrían, cómo sería tenerlos entre mis dientes. Lo hice. Atrapé su labio inferior entre mis dientes con todo el cariño posible. Sin hacerle daño. Temía que pudieran romperse en cualquier momento. Cerré los ojos y lo solté. Se me escapó una sonrisa, así sin más. Era feliz. Era realmente feliz. Abrí los ojos y la miré. Ella estaba en las mismas, sonriendo.
-¿Qué? -murmuró sonriendo-.
Hija de puta, cómo me enamoras. Ni una palabra podía salir de mi boca. Ni una.
Pasó sus manos por mis caderas, con suavidad. Al fin y al cabo yo seguía siendo una enana. Siempre me había dicho aquello de que mientras los años pasaban por mi, por ella también. Pero eso ya daba igual. Me besó. Cerró los ojos y me besó. Mis párpados cayeron y me dispuse a disfrutar del momento. Su lengua jugueteaba con la mía. Al fin se encontraban las dos, al fin. Rodeé su cuello con mis brazos y me acerqué aún más a ella. Eso hizo que me besara con más ganas. Esto era demasiado. Sentía que en cualquier momento se me iba a escapar alguna lágrima. Lo notaba. Notaba como sus manos subían por dentro de mi camiseta. Sus manos, suaves, más que el terciopelo. Joder... Sara, no llores, cojones. Al coño. Salieron solas por mis ojos cerrados. Me separé pocos milímetros. Ella abrió los ojos y me vio, ahí, con los ojos cerrados, abrazada a ella y con unas cuantas lágrimas en la mejilla. Se había dado cuenta. Mierda, mierda, mierda. No quería estropear nada. Sacó las manos con rapidez de mi camiseta.
-Eh tú, ¿qué pasa? -Dijo preocupada.
Negué con la cabeza, -Nada- murmuré. Me sequé las lágrimas y volví a besarla. No lloraba de tristeza, ni de rabia. Lloraba de felicidad. Que al fin, al fin era mía. Ella no lo entendía, pero yo era feliz. Más que nadie. Me aferré a ella y volvió a pasear sus manos por mis caderas. Subió hasta mi cintura y comenzó a recorrer mi espalda, con lentitud sin dejar de bersarme. Posó sus manos sobre el broche de mi sujetador y paró ahí.
-¿Quieres seguir? -Susurró.
-Creo que es una pregunta un tanto estúpida a estas alturas. -Bromeé y mostré una sonrisa.
Entonces soltó una risa leve y se pegó a mí. Desabrochó el sujetador con rapidez y dejó pasear sus manos libremente por toda mi espalda. En realidad tenía pánico. No sé si iba a estar a la altura, no sabía si iba a gustarle, no sabía si todo esto lo hacía por pena o porque realmente quiso hacerlo. Pero no era momento de parar y preguntar. No. Ya no. Mordí su labio inferior con fuerza al notar sus manos en mis pechos. Joder, me cago en la puta. Estaba en la gloria. Resopló y bajó sus manos hasta mis glúteos. Me quité la camiseta y me deshice de ella, al igual que con el sujetador. Esto se nos estaba yendo de las manos, pero le tenía tantas ganas que no podía aguantarme, no podía parar. Me cogió y me tumbó en el sofá. Entonces empezó a besarme el cuello mientras paseaba la yema de sus dedos por mi vientre. Mi piel se erizó con rapidez. Agarré su camiseta y la subí para quitársela. A estas alturas lo que menos necesitábamos era ropa. Solté un suspiro algo entrecortado, lo que le hizo sonreír. No había hecho mucho y yo ya estaba alterada. Subió hasta mi oreja y me dijo que me relajase, finalizando con mi lóbulo entre sus dientes. No podía parar de sonreír. Esto era un millón de veces mejor que un porro de marihuana. Respiré hondo y me humedecí los labios. Buscaba su boca. La quería junto a la mía. Llevé ambas manos hasta sus mejillas y la llevé hasta mí. Entonces comencé a darle besos, largos, intensos. Llevó su mano derecha hasta el botón de mi pantalón. Lo desabrochó y cerré los ojos con fuerza. Que sea lo que la vida quiera. Metió su mano en mi pantalón y no pude evitar abrir un poco la boca. Comenzó a morderme los labios mientras se acomodaba encima de mí. Llevé una de mis manos hasta su espalda y desabroché su sujetador con algo de dificultad. No soy la mejor en eso. Me incorporé un poco y abrí las piernas. Fuego en mis venas. Comencé a besarla de nuevo. Sólo se oía nuestra respiración, el ruido de unos cuantos coches y una sirena de ambulancia. Me di prisa. Ya venían a por mí. Cambiamos los papeles. Ahora ella estaba debajo y yo no me separaba de su boca. Desabroché el botón de su pantalón y me agarré del borde de sus calzoncillos. De ahí no se escapaba. Bajé hasta su cuello y le di leves besos. Entonces me metió la mano en las bragas. Joder, tío. Pretendía matarme o yo que sé. Acariciaba mi sexo mientras se mordía el labio. Entonces mi respiración se aceleró y mis caderas comenzaron a moverse con lentitud y suavidad. Me salía sólo, se movían solas. Puse mi boca pegada a su oído. Quería que me oyera, que me oyera bien. Con la otra mano recorría mi espalda. Cada lunar, cada todo. Lo hacía todo con tanto cariño que parecía que pudiera rozarme el alma. No sabía cómo cojones lo hacía, pero me encantaba. La sirena cada vez se oía más cerca. No, no, no. Aún no. 5 minutos. No paraba de sonar y yo no paraba de besarla. No quería irme. No podía hacerlo. La abracé con fuerza y ella no sacaba su mano de ahí. Por favor, Sara, que no se te escape un puto te quiero porque te llevas una hostia. En realidad me moría de ganas de decírselo, para qué mentir, pero no quería estropearlo todo. Esas cosas no se dicen. No.
Estaba a punto de irme. Ya subían por las escaleras a toda prisa y yo no quería parar. Entonces entraron y me cogieron con rapidez. No, joder. Se me rompía el pecho. Era el puto día más feliz de mi vida y... joder.
Me dormí, o eso me dijeron. Me desperté a los días. Estaba en una puta habitación blanca, sola. Como las locas. Y así era. Estaba loca. Sufría de esquizofrenia y todo aquello que pensé haber vivido era todo mentira, todo falso, todo fruto de mi imaginación. Ella no estaba allí besándome, ni yo estaba medio desnuda sobre ella. Me rompí. Me rompí en mil pedazos. Pero bueno, de ilusiones se vive''.
viernes, 24 de mayo de 2013
martes, 14 de mayo de 2013
Día a día.
Las muñecas ensangrentadas llenas de cortes y la cara llena de lágrimas.
«Gorda»,
te repites una y otra vez.
Y sabes que es verdad.
Te miras al espejo y te das asco.
Odias que te piropeen porque mienten.
«Hoy no como»,
y te vas a la cama con apenas un vaso de agua en el cuerpo.
¿Para qué comer? ¿Para convertirte en una foca? No, no.
Te insultan.
Te pegan.
Te mienten.
Te amenazan.
Esto ya no es vida.
Si hay alguien ahí arriba te tiene que odiar mucho.
Piensas.
Coño, no quieres ser una puta anoréxica.
Pero te vuelves a mirar al espejo.
Gorda, te sobra de todo. Tu pelo es una puta mierda y tu cara aún más.
«No digas tonterías, eres preciosa»,
¡NO! ¡CALLATE!
No están en tu piel.
No te comprenden.
Te subes el ego delante de todos para disimular cuando en realidad te odias.
«¿Estás bien?»
Mientes.
«Si, si.»
No. No estás bien. Te estás muriendo por dentro.
Joder, esto es una puta mierda.
Más cortes.
Más sangre.
Más odio.
Las ves ahí.
Altas.
Guapas
Delgadas.
Ojalá tú así, ¿verdad?
Nunca te vas a ver así.
Nunca.
domingo, 7 de abril de 2013
Y digo por culpa porque he cambiado a peor.
Me he vuelto una cagada y no tengo cojones de decir lo que pienso, o lo que quiero por miedo a lo que piensen o lo que digan.
También estoy falta de confianza.
Me han jodido tanto en tan solo unos meses que no confío en nadie.
Tampoco me creo cualquier cosa que me digan, y menos los te quiero. Necesito pruebas para creer.
Voy en camino de ser una gran hija de puta por culpa de la sociedad.
Y me comerán los gusanos.
Es un poco frustrante sentirte sola hasta con tu gente, pero bueno, es lo que pasa a esta edad.
No me apetece quedarme sola otra vez pero estoy viendo que va a volver a pasar.
''Sal, relaciónate'', me dicen. ¿Con quién si todos en este pueblo me odian y los que quiero están lejos?
En serio, me da pánico quedarme sola otra vez.
Creo que odio a la gente.
La gente me odia a mi y yo los odio a ellos.
Es un odio mutuo.
No sirvo para relacionarme.
Yo creo que mejor estar muerta, así no me preocupo de amigos ni pollas.
Luego dirán; ''pobre niña, con lo maja que era''.
Y me comerán los gusanos.
domingo, 17 de marzo de 2013
martes, 5 de marzo de 2013
martes, 29 de enero de 2013
Deseos.
Puede que alguien que maneje todo esto lo haya hecho o puede que haya sido yo con tanta ilusión pero bueno, gracias a quién sea, a mi, y a ellos.
2013.
.
Malgasto mucho el tiempo pensando en tonterías, en cosas que no son tan importantes como que si tal tía no me quiere, que tal grupo me insulta, y eso debería cambiar.
Me dan venazos, es según el día que me pille. Hay días en los que me levanto y todo es lo mismo, aburrido, triste, mierda. Todo. Pero luego me tumbo en la cama, me pongo algo de Toteking y al día siguiente me levanto con la idea de que ese día va a ser de puta madre y que me la va a sudar TODO. ¿Que tal tía no me quiere? Que me coma los huevos. ¿Que tal grupo me insulta? Más de lo mismo, que me lo coman.
Pero ya digo, días así tengo pocos y deberían ser más.
lunes, 7 de enero de 2013
domingo, 6 de enero de 2013
Quiero que sea guapa.
sábado, 5 de enero de 2013
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- Dilo.
- ...Que tengo unas ganas de hacerte el amor que no te puedes ni imaginar. Pero esto no se lo diré a nadie. Sobre todo a ti. Deberían torturarme para obligarme a decirlo.
- ¿A decir qué?
- Que quiero hacer el amor contigo. No una vez solo, sino cientos de veces. Pero a ti no te lo diré nunca. Solo si me volviera loca te diría que haría el amor contigo, aquí, delante de tu casa, toda la vida.